Respirar no solo hace que el oxígeno y los nutrientes circulen por nuestro organismo de forma óptima; este acto reflejo, al estar conectado con el sistema nervioso central, nos alerta ante el peligro y nos ayuda a relajarnos en situaciones de alto estrés.

Al ser una acción involuntaria, no es extraño que perdamos control sobre ella. Una de las consecuencias de perder este control es sufrir respiración bucal crónica, es decir, la tendencia a respirar por la boca y no por la nariz.

Este hábito respiratorio, que no parece entrañar ningún peligro, puede repercutir sobre la salud general y oral de quien lo padece.

Salud oral pobre como consecuencia de la respiración bucal crónica 

Una de las consecuencias más directas de la respiración bucal crónica es la pérdida de la protección natural de nuestra cavidad oral.

Y es que, respirar principalmente por la boca reseca la cavidad bucal y disminuye la producción de saliva, encargada de mantener equilibrados el pH y la acidez de la boca, así como de reducir la presencia bacteriana.

Los niveles bajos de acidez y pH pueden repercutir en la salud bucodental, generando desde problemas moderados, como caries o mal aliento, a otros de tendencia irreversible, como la periodontitis.

El bruxismo es otra de las consecuencias directas de la respiración bucal crónica, una afección que desgasta la superficie de los dientes generando grietas, tensión y dolor en la mandíbula y la cara, sensibilidad dental o dolores de cabeza, entre otras dolencias.

Otras consecuencias de la respiración bucal crónica

No obstante, la cavidad oral no es la única parte de nuestro organismo que puede llegar a verse afectada por la respiración bucal crónica.

Fatiga crónica

A pesar de que esta afección puede deberse a muchísimas otras condiciones, si tiendes a respirar principalmente por la boca, es posible que tu organismo no esté recibiendo todo el oxígeno que necesita.

La respiración nasal aporta entre un 10 y un 20 % más de oxígeno que la respiración bucal, así como facilita la liberación de óxido nítrico, responsable de mejorar la oxigenación de la sangre. La respiración bucal no tiene la misma capacidad para llevar a cabo esa función, por lo que respirar por la boca no lleva el suficiente oxígeno al cuerpo y, en consecuencia, incrementa la sensación de fatiga.

Malos hábitos de sueño

Para estudiar la influencia de la respiración en la calidad del sueño, varios científicos de Stanford llevaron a cabo un experimento en el que, durante 10 noches consecutivas, se analizó la calidad del sueño tras bloquear las fosas nasales con silicona y cinta quirúrgica.

El sujeto del estudio fue James Nestor, un reconocido periodista científico y autor de varios libros sobre el papel de la respiración en nuestras vidas más allá del acto involuntario que mantiene nuestros pulmones activos.

Durante estas 10 noches, la tensión arterial de Nestor, obligado a respirar exclusivamente por la boca, se disparó 13 puntos, lo que lo situó en el estadio 1 de hipertensión.

Si te despiertas con la boca seca o más fatigado de la cuenta, es muy posible que seas un respirador bucal nocturno.

Altos niveles de estrés

La respiración lenta y profunda activa el sistema nervioso parasimpático, la parte del sistema nervioso central que promueve la relajación y reduce el estrés.

Cuando respiramos por la boca, no obstante, lo hacemos de forma rápida y superficial (hacia el pecho en lugar de hacia el vientre), lo que estimula el sistema nervioso simpático, responsable de activar la respuesta de «huida o escape» en situaciones estresantes o peligrosas.

Más allá de lo que provoca la respiración bucal crónica, el estrés crónico tiene sus propios peligros: aumenta el riesgo de depresión y ansiedad, genera problemas digestivos, de sueño, aumento de peso, deterioro cognitivo, enfermedades cardíacas, hipertensión o accidentes cerebrovasculares, entre otros.

Asma

La respiración bucal crónica contribuye a la rinitis alérgica, una enfermedad que, según un artículo publicado en Allergy, Asthma & Clinical Immunology, triplica las probabilidades de desarrollar asma.

Cuando se padece asma, las vías respiratorias se estrechan, por lo que respirar por la boca puede empeorarlo.

La razón es simple: los pelillos que recubren las membranas mucosas de la nariz (cilios) tienen la función protectora de filtrar el aire que respiramos y eliminar los agentes potencialmente nocivos para nuestra salud.

Respirar por la boca elimina este filtrado, convirtiendo la cavidad bucal en una vía de acceso directa para cualquiera de esos agentes.

Según varios estudios, respirar por la boca aumenta potencialmente la mortalidad relacionada con el asma debido a una mayor sensibilidad a los alérgenos inhalados.

Cómo evitar la respiración bucal crónica

La parte positiva es que, a pesar de ser algo involuntario, la respiración puede educarse, y, por tanto, está en nuestra mano evitar la respiración bucal crónica.

Podemos tomar varios caminos para ello, entre los que destacan:

  • Si la problemática es temporal, podemos someternos a un tratamiento médico para la obstrucción de las fosas nasales, ya que los medicamentos alivian los síntomas y despejan las fosas nasales rápida y eficazmente.
  • Si, por el contrario, las dificultades respiratorias se alargan más de la cuenta, podemos solucionarlas mediante procesos quirúrgicos u otros tratamientos más específicos recomendados por nuestro doctor.
  • Si tiendes a respirar por la boca solo por la noche, puedes entrenar a tu mandíbula con cinta adhesiva bucal, que la ayuda a permanecer cerrada durante la noche y, de esta forma, detiene la respiración bucal nocturna.
  • Si la respiración bucal crónica no se debe a una afección médica, te aconsejamos practicar técnicas de atención y respiración que te ayuden a cambiar de hábitos respiratorios. Estos ejercicios no tienen por qué ser complejos: siéntate cómodamente y respira lenta y profundamente por la nariz y hacia el vientre durante cinco o diez minutos al día.

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