¿Sabías que una mala masticación afecta directamente a la salud de nuestros dientes y encías?
Y es que, más allá de limitarse a ser el acto reflejo que realizamos nada más empezar a comer, masticar es el mecanismo mediante el que informamos a nuestro sistema digestivo de que tiene que ponerse a trabajar. De hecho, hacerlo incorrectamente puede acarrearnos problemas, y no solo digestivos, sino también bucales.
¿Cómo repercute la mala masticación en la salud oral?
Cuando masticamos, generamos saliva, que a su vez produce ptialina, la enzima encargada de descomponer los hidratos de carbono y eliminar las bacterias que pueda contener la comida. Hacerlo correctamente es, por tanto, fundamental para ayudar a nuestro cuerpo a digerir lo consumido.
Cuando no lo hacemos de la forma adecuada, los alimentos pasan por el aparato digestivo sin ptialina, y el organismo tiene que trabajar el doble para eliminar lo que no necesita.
En lo referente a la salud digestiva, esto puede derivar en gases, pesadez, gastritis, reflujo, acidez… Pero como hemos adelantado, también hay consecuencias para la salud bucodental.
La ausencia de saliva incrementa la probabilidad de que los microorganismos presentes en los alimentos se adhieran a los dientes, formando la placa que después dañará la salud bucal. Esto sucede porque, al no haber saliva, tampoco se generan linfocitos Th17, células inmunes especializadas en combatir las bacterias y hongos que entran en la boca y las encías y que son producidas por la masticación.
No obstante, tampoco es conveniente masticar en exceso, ya que podemos sobrecargar y dañar los músculos maseteros, así como erosionar los dientes a largo plazo. Con la sobreestimulación de los linfocitos Th17 también hay que tener cuidado: puede derivar en periodontitis.
La relación entre una mala masticación y la periodontitis
Varios estudios han analizado la vinculación entre una masticación deficiente, el síndrome metabólico y la periodontitis.
Uno de los más recientes, realizado en la Facultad de Odontología de la Universidad Aichi-Gakuin y publicado en ‘Journal of Epidemiology‘, se centró en la relación entre salud bucodental, hábitos y síndrome metabólico en varias personas de entre 75 y 80 años.
De los resultados obtenidos, extrajeron las siguientes conclusiones:
- El síndrome metabólico está ligado, esencialmente, a aquellos que comen con más prisa, es decir, que no mastican lo suficiente.
- Los participantes que utilizaron productos de higiene oral complementarios (hilo dental o cepillos interdentales) mostraron menor riesgo de padecer síndrome metabólico que los que no los utilizaron.
- Una dentadura débil afecta negativamente a la selección de los alimentos ingeridos: se tiende a seguir una dieta alta en carbohidratos en detrimento de proteínas, frutas o verduras.
La Universidad de Kyushu, por su parte, estrechó más el círculo y buscó indicios de una relación entre el síndrome metabólico y la periodontitis. Para ello, analizaron la grasa abdominal, nivel de triglicéridos, colesterol, presión sanguínea y niveles de glucosa de 584 mujeres de mediana edad. En los resultados obtenidos, esa relación se vio confirmada; de hecho, los expertos aconsejaron a las personas con indicadores de síndrome metabólico someterse a un examen periodontal riguroso de forma regular.
La relación entre una salud bucal óptima y la masticación es un círculo: si cuidamos nuestros dientes, nos alimentaremos correctamente, y viceversa. Al no cuidarlos es cuando comienzan los problemas, que pueden radicar de algo tan sencillo y fácil de gestionar como una masticación correcta.
Y es que, cuanto más débil es una dentadura, más complicado se torna masticar ciertos alimentos. Afortunadamente, hoy en día existen diversas soluciones a esta problemática, siendo los implantes dentales la más efectiva, tanto a corto como a largo plazo.