Tras una intervención quirúrgica, es común que aparezcan ciertas reacciones. Las cirugías con implantes dentales no son una excepción, y aunque algunas de esas reacciones son predecibles, pronosticables y sencillas de tratar (dolor o inflamación en la zona intervenida, por ejemplo), hay otras que pueden comprometer el resultado del tratamiento, como es el caso de los rechazos del implante fruto de una reacción alérgica. 

Para reducir la posibilidad de una reacción de este tipo, el material por excelencia utilizado en implantología oral es el titanio, ya que su biocompatibilidad favorece la osteointegración e incrementa el porcentaje de éxito de los tratamientos. 

Alergia al titanio: qué la provoca y cómo se manifiesta

En la mayoría de los casos, el responsable de la reacción alérgica no es el titanio en sí mismo, sino las pequeñas cantidades de otros materiales (berilio, cobalto, cromo, níquel, cobre, paladio o hierro) presentes en él.  

Cuando la alergia no está diagnosticada, esta reacción es difícil de detectar, ya que el implante está sumergido en el hueso y generalmente aislado de este por una capa de hidroxiapatita. La parte que entra en contacto con el surco periimplantario o con la mucosa oral está pasivada por una barrera de glicoproteínas salivares, y la mucosa oral es mucho más resistente al estímulo antigénico que la piel. 

Sí podemos, por otro lado, estar atentos ante síntomas como dermatitis, urticaria, eritema, vasculitis, hinchazón o dolor. La reacción alérgica también puede desembocar en pérdida de hueso, supresión inmune específica (Hallab, 2001) o síndrome de fatiga crónica (Stejskall, 1998). 

Sean cuales sean los síntomas, estos disminuyen de forma ostensible en la mayoría de los pacientes tras extraer los agentes metálicos inductores de la alergia a metales. No obstante, y siempre que sea posible, es preferible conocer la alergia de antemano, de forma que el profesional pueda buscar una alternativa antes de empezar el tratamiento, evitando así someter al paciente a un posible rechazo. 

¿Cómo detectar la alergia al titanio? 

El test MELISA (acrónimo de Memory Lynfocyte Immunostimulation Assay) es la única prueba científicamente validada para detectar cualquier alergia a metales. Mediante una muestra de sangre, se mide la hipersensibilidad a metales y otros alérgenos, señalando el metal o metales que causan la alergia y midiendo la severidad de la reacción según un Índice de Estimulación (IE). 

La exposición crónica a metales (joyas, implantes o restauraciones dentales, cosméticos, prótesis ortopédicas e incluso las monedas) puede sensibilizar a personas genéticamente predispuestas e inducir la llamada reacción de hipersensibilidad tipo IV, o hipersensibilidad retardada, que supone un aumento de la actividad celular de los linfocitos T (glóbulos blancos) frente a antígenos ambientales, lo cual implica un incremento en la liberación de los mediadores proinflamatorios responsables de la sintomatología. 

Por ello, aquellas personas que tengan rellenos dentales con amalgamas, implantes dentales, puentes, prótesis metálicas, placas o tornillos de operaciones de traumatología, tatuajes o piercings y presenten trastornos de salud difusos y no relacionables con un síndrome clásico, pueden sospechar de la alergia a metales y puede estar justificada la solicitud de un test MELISA. 

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