Según la Sociedad Española de Odontopediatría, la primera visita recomendada de los niños al dentista es en cuanto emergen las 20 piezas dentales de la primera dentición. Es decir, aproximadamente a los 3 años.

Es también en ese momento cuando debemos inculcarles el cuidado de su salud oral. Y es que, además de influir en la salud general, los hábitos adquiridos marcarán las pautas de su comportamiento en el futuro.

De no cuidar sus dientes o ignorar las visitas al dentista, los niños pueden sufrir en su dentadura las mismas dolencias que los adultos. No importa que en su caso sean dientes de leche: si se descuidan, las piezas definitivas sufrirán las consecuencias: caries, dolor, gingivitis…

Recibir a niños en consulta puede convertirse, no obstante, en todo un acontecimiento, sobre todo si se trata de su primera visita. Para evitarlo, existen métodos y técnicas con las que influir en su conducta y mejorar la experiencia tanto del infante y sus padres como del propio odontopediatra en el gabinete dental. 

Técnicas en odontopediatría para manejar la conducta infantil en el dentista

Los niños son, por norma general y salvo excepciones muy concretas, grandes pacientes. No obstante, el comportamiento de cada niño varía en base a su edad, educación, lo que ven y oyen en sus casas, experiencias previas…

Las variantes son infinitas, y si las condiciones en clínica no son las adecuadas, podemos obtener comportamientos agresivos, temerosos o aprensivos que entorpezcan o incluso impidan el procedimiento.

Por estas razones, es esencial orientar cada consulta a unas necesidades y requerimientos específicos: los del infante. Es aquí donde el odontopediatra juega un papel muy importante. Es quien se asegura de que el niño esté a gusto y, de esta forma, se muestre colaborativo durante el tratamiento odontológico.

Para conseguirlo, el odontopediatra recurre a diferentes técnicas adaptativas y de manejo de la conducta infantil. Estas son algunas de ellas:

Hablar con los padres 

El primer paso, y probablemente más importante, es tener una charla previa con los padres sobre el tratamiento que se seguirá en la clínica. Es vital también señalar la importancia de ser siempre claros y sinceros con el niño o la niña.

De nada sirve decirle que algo no va a doler, ya que si le duele, dejará de cooperar de inmediato. Es mucho más efectivo tratar con normalidad cualquier escenario, incluso la posibilidad de que algo resulte, efectivamente, incómodo o doloroso.

Por supuesto, amenazarles con frases como «pórtate bien si no quieres que te seden» tampoco favorece al tratamiento ni al comportamiento del infante durante este. Si les inspiramos miedo, la sensación de confianza y las ganas de cooperar desparecen por completo.

Confianza en clínica

Una vez el niño llega a la clínica, el primer trabajo del odontopediatra es ganarse su confianza de forma que la receptividad aumente y el infante perciba el entorno como un lugar donde puede relajarse.

La empatía es clave. Háblale sobre sus intereses, cómo se siente, qué ha hecho ese día… Hay que evitar que se sienta mal si está experimentando temor o miedo: es mejor transmitirle que es algo normal, y, ante todo, hacerle saber que no va a estar solo en ningún momento.

Este trabajo, no obstante, no depende exclusivamente del odontopediatra, sino de todo el equipo de la clínica, que debe funcionar como un engranaje cuyo objetivo principal es hacer que el niño se sienta cómodo, especialmente durante sus primeras visitas.

Decir, mostrar, hacer 

La técnica «decir, mostrar, hacer» consiste en explicarle al niño cuáles son los pasos del procedimiento y enseñarle qué vamos a utilizar en cada uno de ellos, siempre mediante un lenguaje sencillo para evitar abrumarle. Y, ante todo, pondremos siempre el foco en los beneficios que ese paso o esa herramienta tendrán para él o ella y la razón por la que son importantes en su tratamiento.

Desvío de la atención y refuerzo del comportamiento positivo 

Durante la visita al dentista, desviar la atención del infante resulta muy efectivo si buscamos más fluidez en el tratamiento. De la misma forma, también ayuda informarle de cualquier cambio o sensación que pueda experimentar durante el procedimiento y explicarle lo que esperamos de él: cuándo tiene que quedarse quieto, si tiene que mover la cabeza o abrir más la boca…

Esto incluye, además, el refuerzo del comportamiento positivo. Funcionan muy bien frases como «lo has hecho muy bien» o darle las gracias por lo mucho que está contribuyendo a que todo salga como debe. Si conseguimos la colaboración de los padres, mejor todavía.

Ambienta tu clínica para niños

Así como existen técnicas de neuromarketing para adultos, hay otras que aprovechan los sentidos y sensaciones de los niños con la misma finalidad: convertir la clínica odontológica en un lugar agradable para ellos.

Y es que, una de las cosas que menos gustan al niño cuando acude al dentista es sentir que está en el dentista. Para contrarrestar esto, una buena opción es tener una sala especial para ellos. Esta sala puede incluir elementos recreativos (cartulinas, rotuladores, libros para colorear, etc.), mobiliario adaptado de colores vivos y alegres y otros elementos que les hagan percibir que están en un lugar amigable.

Aplicar la última tecnología también resulta tremendamente efectivo; si ya la incorporas en tus tratamientos, ¿por qué no extenderla a la sala de espera? Incorpora alguna tablet y asegúrate de que el wifi está disponible para todo aquel que quieran utilizarlo. También puedes incluir una smart TV con acceso a plataformas de streaming.

Trabajar la confianza del niño desde sus primeras consultas resulta beneficioso, además, de cara al futuro. Si la relación de este con sus consultas odontológicas dista de ser traumática, no tendrá problemas en volver. Esto, además de evitar problemas de mayor gravedad, optimizará los tiempos y resultados de cualquier procedimiento odontológico.

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