Dentífrico, crema dental, pasta de dientes o pasta dental; no importa cómo la llamemos, forma parte de nuestro día a día desde que tenemos uso de razón.

No obstante, lo que hoy es tan sencillo y consiste en, simplemente, apretar un tubo del que sacamos la cantidad exacta que necesitamos para mantener nuestros dientes sanos y limpios, tuvo su largo recorrido y variantes hace unos siglos.

¿Cómo se limpiaban los dientes y qué utilizaban para ello las antiguas civilizaciones?

La evolución de la pasta de dientes 

Para hablar de los orígenes de la pasta de dientes tenemos que remontarnos 4.000 años atrás. Y es que la salud bucodental ha preocupado a las civilizaciones desde siempre.

Ya hace siglos, utilizaban sus conocimientos para elaborar pastas naturales con ingredientes como el carbón vegetal, el polvo de coral y el polvo de cebada.

La evolución de la pasta de dientes hasta llegar a las innovadoras fórmulas dentífricas de las que disfrutamos ha pasado por numerosas fases.

Salud bucodental durante la época egipcia

La primera alusión a la higiene bucodental de antiguas civilizaciones la encontramos en un manuscrito egipcio del s. IV a.C., quienes relacionaban la salud oral con el estatus social.

Esta alusión hace referencia a una especie de pasta de dientes muy abrasiva conocida como clister. Para elaborarla, los egipcios mezclaban polvo de sal, piedra pómez en polvo, pimienta, uñas de buey, agua, cáscara de huevo y mirra. Se caracterizaba por tener un fuerte sabor y olor, por lo que, en ocasiones, para disimular la intensidad del producto y prevenir el mal aliento que provocaba, se incluían hojas de menta y flores.

El primer dentista del que se tienen datos documentados fue también egipcio, una muestra más de la importancia que daban a la salud y aspecto bucodental.

El interés de los egipcios por la higiene bucodental y el aspecto de sus dientes era tal que contaban con algunas técnicas más para elaborar pasta de dientes.

Varios registros mencionan un compuesto de hierbas y polvo de ladrillo, donde las hierbas aportaban propiedades antisépticas y, el polvo de ladrillo, abrasivas y limpiadoras. Para utilizar este dentífrico, humedecían con agua un cepillo de cerdas suaves y lo sumergían en la pasta para cepillarse los dientes mediante movimientos circulares.

¿Sabías qué?

Según el historiador griego Estrabón (63 a.C. – 19 a.C.), los iberos se enjuagaban la boca con orina para fortalecer sus dentaduras. Esto, hoy, puede parecer una locura, pero tiene su lógica: la orina contiene un alto contenido de amoníaco, de grandes propiedades blanqueadoras y fortalecedoras.

De hecho, no fueron los únicos que utilizaron la orina para mantener su salud bucodental.

Los celtas tenían la misma costumbre, y esta se extendió por diferentes sociedades, llegando a Grecia y la antigua Roma, donde vendían en frascos orina procedente de Lusitania (actual Portugal) alegando que era «la más efectiva y fuerte», lo que la llevó a convertirse en una de las primeras denominaciones de origen de la Antigüedad. En algunos lugares, esta costumbre sigue vigente: todavía hoy algunos pastores y curanderos recomiendan el uso de orina como enjuague bucal.

Culturas griega y romana y sus cuidados bucodentales

En la antigua Grecia y Roma, la higiene bucodental era tan esencial como para los egipcios.

Para cuidarla, utilizaban como dentífrico una mezcla de miel, sal y ceniza. A la miel se le atribuían propiedades antisépticas, mientras que la sal y las cenizas ayudaban a eliminar las manchas superficiales y la placa de los dientes.

Para utilizar esta mezcla, tanto griegos como romanos humedecían primero un cepillo de cerdas suaves con agua, y después la aplicaban mediante movimientos circulares sobre sus dientes.

Además de esta mezcla, y según escritos como Corpus Hipocraticum, del botánico griego Dioscórides Pedáneo, o textos del poeta Marcial, los romanos contaban con otra fórmula dentífrica: leche materna. Marcial contaba, de hecho, que su dentista le facilitaba sustancias similares para cuidar su boca.

La primera pasta de dientes considerada como tal fue la de Escribonius Largus, médico romano del siglo I, y se componía de vinagre, sal, miel y cristal machacado. Para aplicarlo, se empleaba una tela de algodón que se restregaba por los dientes.

La Edad Media y la civilización maya

En la Edad Media, la salud bucodental pasó a un segundo plano, y el acto de limpiarse los dientes estaba reservado a los maestros que cumplían con el papel de dentistas.

No obstante, entre las clases más altas estos maestros sí realizaban limpiezas bucodentales, para lo que utilizaban raspadores para eliminar el sarro dental antes de aplicar unos polvos que, en ese momento, hacían las veces de dentífrico.

En la España del s. XI, el médico y botánico toledano Ibn Wafid detalló una receta para elaborar pasta de dientes en su libro Kitab al-Wisad. Para realizarla, se necesitaban hojas de menta, albahaca, membrillo, melocotón, hojas de rosa, hojas de cidra y tierra jabonera de Toledo. Todos esos ingredientes se pulverizaban juntos y, tras tamizar la mezcla, ya podía usarse.

Los mayas, por su parte, empleaban sustancias naturales, como la raíz de la Rauwolfia heterophyla willad, para combatir la caries, la halitosis y, en general, las molestias dentales. En ocasiones utilizaban cenizas de iguana quemada viva, hollín pulverizado, la bilis de algunas ranas o incluso diente de serpiente de cascabel como analgésico bucal.

También recurrían con frecuencia a una especie de chicle de color negro y origen vegetal (concretamente, extraído de un árbol originario de las selvas del Petén, en Guatemala, conocido como sicte) con el que limpiaban y blanqueaban sus dientes.

Otras soluciones de higiene bucodental en diferentes civilizaciones

  • En la antigua China se creó el primer cepillo dental, hecho a base de huesos y espinas de pescado. Antes de este cepillo, utilizaban ramitas de areca, una planta tropical cuya nuez funcionaba, a su vez, como dentífrico.
  • En Oriente también se apoyaron en la areca para elaborar su propio dentífrico. Mezclándola con la cal resultante de moler conchas de moluscos, elaboraban un chicle masticable que mantenía los dientes limpios, blancos y relucientes.
  • Alrededor del año 550 a.C., en la antigua Persia, limpiaban sus bocas aplicando, con ayuda de un pincel, una mezcla de tintura y ácido bórico.
  • Entre los árabes, limpiarse los dientes formaba parte del ritual que hacían antes de morir: debían limpiarlos con el siwak para que el espíritu se presentase limpio ante Alá.
  • Durante el XVII, en algunas zonas de América, se empleaba como pasta dental una mezcla a base de polvillo de coral o cáscaras de huevo quemadas y machacadas. La mezcla se ponía en un pedacito de tela con el que luego había que frotar los dientes.
  • En Europa, se utilizó el azúcar de caña para mantener la higiene bucodental, algo que incluso recomendaron doctores como Frederick Slare (1647 – 1727), un reconocido médico y químico inglés.

El inicio y la evolución de la pasta dental tal y como la conocemos hoy 

A pesar de que hubo varios intentos y combinaciones para elaborar un producto que ayudase en la higiene bucodental, no fue hasta el siglo XIX cuando el dentífrico empieza a utilizarse de forma extendida y estandarizada.

Concretamente, la pasta de dientes que conocemos tiene su origen en 1842, cuando Peabody, dentista, tuvo la idea de añadir jabón a la composición de pasta dental que existía por aquel entonces.

A partir de esta incorporación, la pasta de dientes fue mejorándose cada pocos años con nuevos e interesantes componentes, y en 1850, John Harris agregó un nuevo ingrediente a la composición de Peabody: tiza.

En 1870 se inventó la primera pasta de dientes tal y como la conocemos hoy: dentro de un tubo plegable. Esto sucedió gracias a Washington Sheffield Wentworth, farmacéutico y cirujano dental, quien la bautizó con el nombre de Creme dentifrice tras probarla durante bastante tiempo en su práctica privada. Tres años después, Colgate lanza su primer dentífrico producido en masa, en polvo y envasado en un frasco de vidrio.

En 1892, el hijo de Washington Sheffield Wentworth, gran aficionado a la pintura, se dio cuenta de lo prácticos que eran los envases de pintura al óleo y decidió aplicar la misma idea al invento de su padre. Nacía así el primer tubo de pasta dental.

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El primer tubo de pasta dental, de Washington Sheffield Wentworth y su hijo.

La practicidad del método de Sheffield Jr. conquistó a Colgate, y en 1896 copiaron el sistema para envasar y comercializar su pasta dentífrica.

Aunque si un año fue importante para la evolución de la pasta dental, fue 1901, cuando el dentista Frederick McKay empezó a investigar el uso del flúor en odontología. Como resultado de esto, en 1914 aparece por primera vez la pasta de dientes fluorada.

Es ya 1950 cuando Procter & Gamble arranca un proyecto de investigación para desarrollar una nueva pasta de dientes cuyo compuesto principal fuese el flúor, que se introdujo en los países industrializados a finales de los 60.

Gracias a esta nueva composición, los niños de entre 6 y 16 años redujeron su desarrollo de caries en un 49%, un descenso muy similar al que experimentaron los adultos.

En 1955, la pasta dental Crest, de Procter & Gamble, recibió el reconocimiento de la American Dental Association (ADA) por su eficiencia. Este hito impulsó el uso a gran escala de la pasta de dientes.

¿Sabías qué?

En los años 1960 hubo pasta de dientes roja conseguida mediante tintura de cochinilla que se llamó El Torero, cuya particularidad consistía en enrojecer las encías y resaltar el blanco de los dientes para que pareciesen más brillantes.

Ya descubiertos y aprovechados los beneficios del flúor, la investigación se centra en otras grandes problemáticas: el sarro y la hipersensibilidad dental, hasta que en 1990 aparecen las primeras pastas de dientes dirigidas a terminar también con ambas situaciones.

La pasta dental en la actualidad

Las posibilidades tecnológicas y científicas para desarrollar pasta de dientes son infinitas en comparación con hace apenas 20 años.

Ahora existe una amplísima gama de productos que ofrecen solución a prácticamente cualquier problemática dental: dentífricos específicos para dientes sensibles, contra enfermedades como la gingivitis o la periodontitis, más suaves o sin flúor para niños…

Estos dentífricos emplean, además, componentes de alta trazabilidad y procedencia sostenible, como el aceite de coco, el aloe vera o el carbón vegetal, y son recetas de lo más simple: polvo de tiza para pulir la dentadura, detergente espumoso para limpiarla, fluoruro para conservar los dientes y una sustancia gelatinosa a base de algas para unir todos los ingredientes.

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